Pues sí, tiene que ver con el Paraiso y los cuatro lados que tiene, lo representan como un jardín.
De mi novela "La Isla de Occidente":
Ya los romanos entendieron que los jardines deben ser para el disfrute de quien los posee, no de los que pasan por la calle. Ellos lo llamaban hortus conclusus, era una forma de propiedad, no de lo material, sino de lo espiritual que es el estrecho margen delimitado por la casa y sus tapias. En el jardín se puede expresar todo el sentimiento de un pueblo, su forma de ver la vida, su religión y su concepto de la existencia misma.
Cómo un pueblo puede expresarse a través de un conjunto de plantas, fuentes y paseos es algo que difícilmente puede explicarse a quien no ha sentido jamás respirar al propio jardín. Quien es ciego y sordo del alma, nunca podrá comprender cómo se construye sin planos algo tan perfecto como es un jardín en Granada.
Aquí, los espacios del jardín se disponen en esferas concéntricas que contienen el mundo, y la más externa, representa el cielo que todo lo envuelve. Estando siempre presente la imagen sin forma de Alá, es una manera de entonar de manera continuada alabanzas al Creador, al que todo se le debe, pues de Él todo emana.
En el centro, y rodeado por todo lo demás, siempre se construye una fuente que es la representación de la Montaña Central del Cosmos a partir de la cual lo demás existe y está en perfecta ordenación, no simétrica, sino poseída de una extrema regularidad rítmica. Siempre el ritmo y la armonía dominan los espacios, que deben ser, ante todo, alimento para el alma de su dueño.
Tratando de fundir el mundo que pisamos y en el que habitamos con el cielo que nos cubre, se aúnan el cuadrado con el círculo. El cuadrado es la tierra, el mundo material en el que de sus cuatro lados surgen las bases de la existencia. Son los cuatro elementos (Aire, agua, fuego y tierra), los puntos cardinales, las etapas de la vida del hombre, las estaciones del año... Es el número mágico de lo real, de lo que podemos tocar y sentir. Sin embargo, el círculo es la imagen del cielo, de Dios y lo infinito, es la forma perfecta sin principio ni fin.
Al mismo tiempo, es el jardín un adorno de la construcción, cuyo soporte se esconde detrás del recubrimiento que le ofrecen el estuco, el mosaico y las plantas. Ibn Zamrak escribió así en las paredes del palacio:
Jardín soy, quien la belleza adorna.
Jamás vimos jardín más floreciente
de cosecha más dulce y aromática.
Ibn Zamrak
Es así como se funden el jardín y la casa que lo alberga, consiguiendo que quien vive en él se pueda sentir feliz y protegido en su seno.
Es, en fin, el jardín una parte fundamental del vivir de la ciudad y que trae hasta sus calles empedradas el eco de otras formas de vida alejadas, dormidas por quien las dejó en el fondo de su recuerdo. Hasta él llegan los aires del desierto, el mar, y hasta él es capaz de convertirse al mismo tiempo que en un elemento de lujo, en una huerta que regalará generosa a los que la cuidan los frutos que la tierra es capaz de dar. Sabrá conjuntar sus verdes frondosidades haciendo práctica la belleza y hermanando el acanto con la lechuga, la calabaza con el jazmín y el ciprés con el naranjo.
Salud.