El pasado mes de marzo, de este mismo año, el equipo de investigación del Doctor Antonio Vicente Frey Sánchez presentó oficialmente los resultados de uno de los mayores hallazgos arqueológicos de lo últimos años.
LO QUE APARENTEMENTE PARECÍA UNA ANTIGUA FORTALEZA EN RUINAS SITUADA EN EL MORRÓN DEL PUERTO DE LA CADENA, EN REALIDAD ERA EL PANTEÓN DE LOS EMIRES MURCIANOS DE LA SEGUNDA Y TERCERA TAIFA, LOCALIZADO E IDENTIFICADO COMO TAL, POR ESTE EQUIPO DE ARQUEÓLOGOS ENCABEZADO POR LA INTUICIÓN, Y LA CONSTANCIA DEL DR. FREY.
La noticia se expandió por medios de comunicación y no pasó inadvertida para nosotros, por lo que hemos querido saber más a cerca de este importante descubrimiento entrevistando al Dr. Frey, quien nos cuenta detalladamente para GFX en que consiste este hallazgo arqueológico, que nos acerca aún más a nuestra historia.
Dr., el descubrimiento que ha realizado a la cabeza de su equipo de investigación, consiste en que las ruinas que se encuentran en el «Morrón del Puerto de la Cadena» en realidad corresponden al panteón real donde fueron enterrados varios Emires murcianos de la tercera califa y posiblemente de la segunda. ¿Cuándo comenzó a sospechar que esa, aparente fortaleza, podría ser una Tumba Real?
Después de contrastar la información de las fuentes escritas, anteriores trabajos de investigación del Dr. Juan Torres Fontes, y tras hacer un estudio de la orografía de la zona. En ese momento las tres vías abiertas condujeron no sólo al Puerto de la Cadena, sino al Morrón del mismo Puerto. Una vez descartada cualquier otra elevación que pudiera ajustarse a la descripción, gracias al estudio de la fotografía aérea de los años 1945 y 1956, me centré en ese edificio. Sobre él, y vistos los anteriores estudios que lo refieren, el primer paso fue un análisis crítico de su estructura hasta determinar que, aunque en apariencia era una fortificación, en realidad tenía más paralelismos con edificios de tipo civil de su época.
¿Cuáles fueron los primeros pasos de este trabajo de investigación?
El punto de partida de la identificación de La Asomada como «rawda» (cementerio real) de los taifas fue el hallazgo en el texto de Jaime I de una referencia explícita, que decía que en una alquería que está entre Murcia y la montaña por donde se va a Cartagena, se enterraba a los reyes de Murcia en un peñón y que Ibn Hud (Aben Hud) descansaba allí. Es probable, incluso, que el propio Jaime I fuera un testigo directo, lo que le da una verosimilitud muy elevada.
Una vez visto aquello, comencé a revisar la historiografía sobre la cuestión. Y me di cuenta que, salvo el Dr. J. Torres Fontes, nadie había escrito nada sobre la cuestión. Incluso él, basandose en los Discursos Históricos de la Muy Noble y Leal ciudad de Murcia de Francisco Cascales, quien reseñó y ubicó alegremente el enterramiento en Voznegra (entre el Polígono San Ginés y Alcantarilla), únicamente sostenía la afirmación de este último. El problema es que en aquel lugar es todo llano: no hay peñones, ni colinas, ni ningún tipo de elevación donde situar el recinto funerario.
El siguiente paso, determinada que la carretera por donde se iba a Cartagena discurría desde época romana por el Puerto de la Cadena, fue localizar la alquería a la que hizo mención Jaime I, y la encontré en el Salabosque, que está en la boca del Puerto de la Cadena, gracias a otro trabajo de investigación del Dr. J. Torres Fontes: se trataba de la alquería de Mezlatay, pues en aquella época ni existía El Palmar ni La Alberca, que son fundaciones más tardías. A partir de ahí empezó el estudio de la geografía del lugar que ya he descrito
¿Qué supone este hallazgo para la arqueología y más concretamente, para los murcianos?
Sabía que el descubrimiento iba a tener una muy cálida reacción de los murcianos, porque existe entre la ciudadanía un gran interés por la historia en general y el patrimonio histórico en particular; eso siempre es un motivo para congratularse, ya que manifiesta un nivel de sensibilidad. En todo caso creo que un descubrimiento de este tipo sirve para concienciar más aún del riquísimo patrimonio que atesoramos en la Región de Murcia, y de las emocionantes y fabulosas sorpresas que puede deparar la ciencia.
A nivel científico, el proceso es mucho más lento. Va a ser el tiempo el que determine el impacto de este descubrimiento. De momento los resultados preliminares están en vías de publicarse en una revista de investigación, de forma que pueda abrirse un debate sereno y con datos en la mano. Comprendo que en estos momentos hay mucha gente del mundo de la arqueología de gestión y de la de investigación que están estupefactos ante la noticia, más aún tratándose de un hallazgo de tanta trascendencia, pero la espera merecerá la pena. Ahora mismo se ha presentado una serie de evidencias que conducen incuestionablemente a La Asomada; creo, además, que cuando efectuemos la excavación arqueológica, podré presentar las pruebas definitivas que corroboren el estudio preliminar.
¿Cómo es el trabajo diario de un equipo arqueológico de investigación?
La arqueología de investigación, a diferencia de la arqueología de gestión, se basa ante todo en un trabajo de archivo y biblioteca, para hallar y contextualizar pacientemente datos con que poder obtener resultados sobre una una u otra cuestión. Como en este caso, no implica una previa labor de excavación, aunque sí necesariamente de prospección. Por el contrario, la arqueología de gestión, en la que se mueve la mayoría de los profesionales que hay en la Región de Murcia, generalmente se fundamenta en una excavación previa que, posteriormente, es documentada para contextualizarla y incardinarla en el discurso histórico.
Partiéndo de aquella diferencia, en el caso que nos ocupa, una vez advertido de la importancia de lo que decía el Llibre del Feyts de Jaime I se hizo un estudio documental, historiográfico y cartográfico previo que, luego, me llevó a mí y a un equipo creado al efecto, a verificar los resultados previos.
La formación del equipo es más sencilla de lo que se cree: sólo hace falta contar con buena gente, que sea comprometida, seria, disciplinada, con las habilidades físicas para alcanzar el objetivo, en este caso el Morrón del Puerto de la Cadena, y con conocimiento del medio. No hace falta haber estudiado arqueología, pues el trabajo intelectual lo ejecuta el responsable, en este caso yo: simplemente hace falta tener ganas de aprender, y poco miedo a preguntar y equivocarse. No obstante, es cierto que, después, durante la fase de síntesis de las observaciones, tras la prospección, hace falta contar con otras personas con experiencia o conocimiento con que poder contrastar los datos y las subsiguientes reflexiones.
¿Dr., cuéntenos en que consiste exactamente este hallazgo?
Lo que se ha hecho es que después del trabajo documental previo, se ha visitado la zona para apreciar in situ las conclusiones previas. En el caso de La Asomada fue corroborar los datos de otras prospecciones en las que habían hecho descripciones del edificio, y apreciar nuevos indicios como por ejemplo fases constructivas diferentes; que el edificio se quedó a medio construir; que la idea de una fortificación militar debe desecharse; que existe una zona concreta donde pudieron hallarse los enterramientos, los cuales debieron ser muy sencillos; que este recinto, junto los dos de abajo del Portazgo, junto a la autovía, formaban un conjunto funerario como otros que se han documentado en el Norte de África; etc. Con ello he concluido que La Asomada es el lugar que referencia Jaime I.
¿Quiénes fueron los Emires allí enterrados?
Si todos los anteriores investigadores, y yo mismo, no nos equivocamos, el edificio lo mandó construir Ibn Mardanish, el célebre «Rey Lobo» (1147-1172) con el decidido propósito de ser un morabito (mausoleo) al que peregrinaran sus súbditos una vez muerto, como ocurre con algunos mausoleos de fundadores de tribus y familias en el Norte de África. Lo que ocurre es que quedó inacabado por alguna circunstancia que desconocemos. Muerto de un infarto durante el segundo asedio de Murcia por los almohades en 1172, no podemos saber si a su familia se le permitió enterrarlo allí, aunque las ventajosas condiciones de capitulación de sus hijos y la jurisprudencia islámica de aquel siglo sugiere que tal vez los almohades sí se lo permitieran.
En todo caso lo que sí es seguro, gracias al testimonio de Jaime I es que Ibn Hud (1228-1238) y probablemente tres sucesores suyos, Ali b. Yusuf b. Hud (1238-1239), Muhammad b. Hud (1241-1259) y Abu Yafar b. Hud (1259-1264) fueron inhumados en el lugar. Lo que ocurrió es que una vez independizados de los almohades, la nueva dinastía, los Hud, decidieron seguir usando el recinto con el mismo fin. Lo que sí está claro, en todo caso, es que antes de la capitulación de 1266, tras la revuelta mudéjar de 1264, cuando era evidente que todo iba a estar perdido para los mursíes cuando Alfonso X hiciera nuevamente entrada en Murcia, el hijo del primer Ibn Hud, Abu Bakr, deshizo el morabito y se llevó los restos con él al exilio de Yechar, para evitar cualquier profanación.
¿En que medida estos personajes de nuestra historia pudieron influir en lo que somos ahora?
Aquellos fueron unos emires espléndidos y magníficos, cada cual a su manera. Lo que ocurre es que todavía estamos lejos de conocer su auténtica dimensión, si bien lo que se sabe es fabuloso. Ibn Mardanish, sin ir más lejos, fue emir de todo al-Andalus no ocupado por los almohades. Creo un poderoso emirato, del que se han recogido variopintas noticias: basado en una sólida economía agrícola, artesanal y mercantil, permitió el asentamiento de comerciantes cristanos, fundamentalmente italianos, que vivificaron más aún esa economía; gracias a ello acuñó una moneda de oro, el “morabetino lupino”, entonces muy apreciada en toda Europa por la calidad de su oro; gracias a esa reputación, y la obtenida en su lucha contra los almohades, intercambió embajadores con Inglaterra, los Estados Pontificios y, por supuesto a Castilla y León, y Aragón. Todo ello desde la capital de ese emirato era Murcia, a la que dotó de una significativa obra civil y, al parecer, militar.
Los Hud, que reinaron más tiempo, aunque fueron el canto del cisne de al-Andalus, también jugaron un papel muy importante en la historia medieval de España. Ibn Hud se sublevó contra los almohades en Ricote en 1228 y segregó todo al-Andalus de su imperio, haciendo de Murcia nuevamente capital de la España musulmana. Aunque la situación no era la misma y la economía estaba castigada por los ataques castellanos y aragoneses, y por una sucesión de malas cosechas debido a un clima muy cambiante, pudieron reinar durante casi cuarenta años, y acomenter movimientos políticos y obra civil, como el palacio que puede apreciarse en Santa Clara La Real de Murcia.
A parte de este gran hallazgo arqueológico, ¿se encuentra ahora mismo trabajando en otros proyectos de investigación que puedan compartirse con nosotros?
Claro, tengo previsto hacer la excavación arqueológica del lugar para poder encontrar alguna prueba definitiva que corrobore la cascada de evidencias que manejo. Estoy convencido que va a ser muy interesante.
Luego, por otro lado, continúo con mis estudios sobre el cambio climático en la Edad Media, sobre los que tengo varios trabajos en vías de publicación. Se trata de un interesante tema muy de actualidad, que, sin embargo, ha sido más corriente de lo que la gente cree.