Podríamos afirmar que nuestros flamantes satélites son las atalayas del siglo XXI. Su función, en realidad, apenas habría cambiado respecto a aquellas torres de vigilancia que ya utilizaron sucesivas civilizaciones, y tal vez su origen pudiera enmarcarse en ancestrales refriegas durante el Neolítico, cuando los hombres hacían uso de oteros desde donde avistar con antelación al intruso.
Las atalayas eran torres de vigía destinadas a controlar una determinada zona. Generalmente, formaban parte de líneas fortificadas, y estaban ubicadas por norma en altos oteros con un amplísimo campo de visión, en muchos casos de 20 km. o más. Su disposición buscaba, además, cubrir los ángulos muertos entre fortificaciones.
El término atalaya proviene, como tantos otros en nuestro idioma, del árabe: at-talä'i, que viene a significar el centinela. También se las denomina almenaras, igualmente procedente del árabe al-manära, el lugar de la luz, término éste que hace referencia a los fuegos que se hacían en sus azoteas para alertar a las fortificaciones y villas próximas mediante candelas o ahumadas.
Antes que nada, no obstante, debemos demarcar el concepto de atalaya, separándolo así de otras clases de parapetos naturales, o de torreones y estructuras que formaban parte del núcleo poblacional o de la fortificación que les prestaba cobijo. Es de suponer que la atalaya histórica, como tal, es en principio una extensión lógica de la fortificación o castillo, una copia a pequeña escala del torreón que estaba concebida para sobrevivir aislada de cualquier otra fábrica. Su verdadera impronta es militar, y su razón de ser la vigilancia y la comunicación.
Dependiendo de su importancia estratégica y del estado de la frontera, podían contar con una guarnición permanente o bien enviar torreros a las mismas solo en caso de peligro. Igualmente, por las mismas razones eran una simple torre o podían contar con algún elemento defensivo extra. Pero no solo vigilaban las fronteras, sino también caminos, haciendo su guarnición labores de tipo policial en una época en que las vías de comunicación estaban infestadas de bandidos, o también controlaban vados fluviales, o manantiales y fuentes o, en definitiva, cualquier punto considerado como estratégicamente importante.
En este sentido, la atalaya respondió a una necesidad impuesta por las antiguas leyes de la guerra, al principio practicada a campo abierto pero que, con el tiempo, se trasladó cada vez más a la fortaleza y al consiguiente uso de las tácticas de asedio. En tal escenario, era crucial que la población dispusiera del tiempo suficiente para aprovisionarse, reclamar ayuda y ponerse a resguardo intramuros. Sin embargo la atalaya, que en un principio pudo concebirse solamente como estructura destacada y única, como plataforma de aviso ante un ataque inminente, fue adquiriendo más relevancia en la medida que crecían las colonias y poblaciones culturalmente afines. Ahora se trataba de salvaguardar todo un frente de penetración, cumpliendo una función fronteriza y de transmisión a largas distancias. Las atalayas, por tanto, adquieren plena significación en el momento en que cumplen la función de frontera.
LAS ATALAYAS DE LA ANTIGUEDAD Con el paso de los siglos se desplegaron un gran número de atalayas a lo largo y ancho de nuestro territorio peninsular e insular. Sin embargo, no se trató de un fenómeno exclusivamente nuestro, pues el uso de estas estructuras atañe a las civilizaciones que extendieron sus dominios en un marco que trasciende el ámbito continental y mediterráneo. Así mismo, su uso nunca fue continuado, sino que siempre estuvo sujeto a diferentes vicisitudes de tipo estratégico, social y político. Con todo, en nuestro país puede dibujarse un panorama bastante fiel de la historia gracias a su interpretación. Muchas de aquellas estructuras fueron engullidas por las siguientes, o simplemente desaparecieron bajo el poder de los elementos, pero gracias a su inaccesibilidad quedaron suficientes trazas.
Para no ir más lejos, digamos que los íberos ya hicieron gala de genuinas técnicas constructivas en determinados emplazamientos geográficos. Elegían el lugar de sus asentamientos no sólo por la accesibilidad de agua y tierra fértil, sino que era condición indispensable su funcionalidad defensiva.
Diferentes cronistas romanos, como Tito Livio, Plinio o Hirtio, ofrecen descripciones de aquellos sistemas. Destacaban la presencia de muchas torres situadas en los oteros que podían servir tanto para resguardar las ciudades como para defenderse contra los ladrones. Los romanos mismos hacen uso de ellas añadiendo sus propias particularidades. El Imperio levantó fortificaciones militares de más o menos entidad, pero centraron el uso de atalayas en el control de encrucijadas naturales, así como de sus importantes vías de comunicación como la Vía Augusta y la de la Plata. Las atalayas romanas dependiendo de la permanencia que se les quisiera dar podian estar construidas en madera o en piedra, por lo general tenian una solida base de piedra, la superestructura podia ser de madera completamente o recubierta de cañizo y argamasa, encalada y a veces pintada para que pareciera toda de piedra, tenian una puerta en el primer piso a la cual se accedia por una escala que se retiraba en caso de peligro, en la segunda planta habia una pasarela exterior que rodeaba toda la torre por la que los vigias podian hacer la ronda y asi controlar toda la zona.
Algunas atalayas eran autenticos recintos fortificados que llegaron a ganar tal importancia estrategica, que con el paso del tiempo se ampliaron convirtiendolos en fortines.
-Atalaya fortificada romana de madera- -Atalaya fortificada romana en piedra- -Atalaya romana fronteriza- -Atalaya romana "provisional" levantada para una campaña militar- -Esquema de una atalaya romana- Ciertos estudios recientes han llegado a la conclusión de que, cada vez más, algunos restos catalogados como árabes pudieron tener en realidad un origen romano.
No podemos olvidarnos, sin embargo, de las atalayas de origen púnico. Asdrúbal fundó Quadadhast, la actual Cartagena, como puerto de distribución de minerales y otras materias primas. La profusión de atalayas levantadas por Aníbal nos da muestras de la capacidad organizativa exhibida por los cartagineses. Las atalayas púnicas, además de servir como refugio y tener una sólida factura, ya debieron cumplir un genuino papel de comunicación, constituyendo un verdadero problema para las huestes romanas. Desde los grandes acantilados del levante, estas atalayas vigilaban celosamente el horizonte marítimo con vistas a la llegada de naves intrusas. Además se situaron a lo largo de fronteras naturales hasta la demarcación del Ebro. Según algunos cronistas, los cartagineses destacados en ellas comunicaban sus mensajes por ahumadas, o empleando un revolucionario sistema de espejos siempre y cuando la luz solar lo permitiera.
Aquellas atalayas pudieron resistir muchos siglos en pie e incluso ser reformadas y reutilizadas hasta el siglo XVIII.
LAS TORRES MEDIEVALES La Edad Media estuvo caracterizada por la inestabilidad territorial, donde Aragón, Castilla y el reino musulmán hegemónico de cada momento jugaban sus respectivas cartas. Sobre la base estructural de las fortificaciones íberas y romanas, continuadas en alguna medida por los visigodos, los bereberes crearon su incipiente sistema de fortificaciones, entre las cuales no faltaban las primeras atalayas. Es en época del Califato de Córdoba cuando en al-Ándalus se adoptaron las medidas más contundentes en cuanto a la contención de las huestes cristianas, creándose un sofisticado sistema de atalayas entre las zonas fronterizas que se denominaron “Marcas”. Mérida era la capital de la Marca inferior, Toledo de la Marca media, y Zaragoza de la superior, y la línea fronteriza que las unía discurría en gran medida por la antigua Vía Augusta romana. Sin embargo, la zona más conflictiva fue la Marca Media, lo que se tradujo en una gran concentración de torres a lo largo del sector fronterizo central, que abarcaba la franja desde Medinaceli, en Soria, hasta Talavera, en la provincia de Toledo.
Aquellas construcciones, hoy muchas de ellas desaparecidas, ya hacían gala de ciertos elementos defensivos que sentarían las bases para el futuro. Eran de planta circular, y, como promedio, podían tener un diámetro de seis metros, alcanzando una altura de diez metros o más. Disponían de tres pisos distribuidos en almacén de provisiones, de combustible, y vivienda o estancia para los vigilantes. Arbustos silvestres como el tomillo, el esparto y la retama eran la base de las “ahumadas” como método más eficaz de comunicación a distancia. El funcionamiento debía ser el siguiente:
Una vez que el torrero encargado de vigilar desde la atalaya de frontera observaba algún tipo de peligro, daba la señal a la siguiente torre, haciendo la “ahumada” o encendiendo el fuego si era de noche. Éstas se hacían quemando esparto húmedo o seco, respectivamente. La siguiente torre realizaba la misma operación, y así sucesivamente, la alerta llegaba a la alcazaba más próxima, dándose la señal de alarma y concentrando las tropas en el patio de armas.Al mismo tiempo que se daba la señal, salía de la torre un jinete con dirección a la fortaleza. Dependía de la importancia del ataque el hecho de que la señal de aviso continuara hasta una fortaleza de mayor rango o afrontaran ellos mismos el peligro.
Algunos tipos de atalayas: A1.- Es una simple torre de planta cuadrangular, fabricada con mampuesto o tapial sobre una zapata de sillería para darle consistencia a la base. Consta de dos plantas. A la baja se accede directamente por una puerta situada a nivel del suelo. Para subir al piso superior, dispone de una simple escala de mano, la cual podía ser retirada desde arriba a fin de quedar totalmente aislados si era preciso. El entresuelo es de madera, soportado por jácenas que apoyan sobre ménsulas, bien de piedra, bien de madera. Finalmente, para subir a la azotea cuenta con una escalera de madera. La planta superior tiene un techo abovedado, ya que si fuera de madera habría sido necesario construir sobre ella un techo a cuatro aguas con tejas, lo que reduciría el espacio disponible para hacer fuego.
Como se ve, se trata de un edificio sumamente básico, construido con el fin de abaratar los costos al máximo. Con todo, requerían de un mínimo de mantenimiento si no querían verla medio arruinada en pocos años. La carcoma devoraría la tablazón de la entraplanta, y las inclemencias del tiempo harían de las suyas desmoronando poco a poco su estructura. Estas torres requerían una guarnición mínima, a veces reducida a la mínima expresión de un par de torreros que se iban turnando por días o semanas, dependiendo de la distancia hasta el castillo o la población más cercanos. Para su sustento, podía almacenar en la torre provisiones para esos días, así como agua caso de no disponer de aljibe, lo que era más que habitual. En caso de peligro, una vez dada la alarma, los torreros abandonarian la torre en direccion a la fortaleza mas cercana.
A2.- Otra, similar a la anterior pero con la entrada situada a varios metros sobre el suelo. La planta baja podia ser deposito de viveres o la pared se daba de llana con almagre y albergar un aljibe, alimentado mediante canalizaciones de agua desde la azotea, o bien ser simplemente maciza. El acceso se podía llevar a cabo mediante una escalera de madera, o bien con una escala de mano que era retirada desde el interior.
A3.- Finalmente, un tipo de atalaya que casi es un pequeño castillo. Para su mejor defensa, cuenta con una camisa que la rodea en parte, así como de cuatro matacanes para proteger sus flancos y la puerta de entrada a la torre. En el pequeño patio interior, vemos un cobertizo destinado a establo. La camisa, un muro de poca altura sin almenar, dispone de una pasarela de madera que hace las funciones del adarve. Estas torres solían contar con una guarnición permanente, y por lo general estaban ubicadas en posiciones especialmente sensibles, donde la posibilidad de una invasión era constante.
Un nuevo impulso en cuanto a la construccion de atalayas lo constituira la firma del pacto de Jaen en el siglo XIII, por el cual Alhamar, primer rey nazari de Granada, y Fernando III de Castilla fijan los limites de sus respectivos territotios de influencia. Las continuadas refriegas y bandolerismo que tuvieron como escenario la Marca media, dan paso a partir de entonces a un periodo de consolidacion fronteriza mas al sur.
Aunque en el horizonte se habria un ciclo exento de rivalidades, la especial topografia dominante en las tierras del Alto Guadalquivir condiciono el nuevo panorama defensivo, ya que la franja fronteriza adolecia de una explicitacion concreta de sus limites. La nueva y compleja divisoria entre los dos reinos estaba plagada de accidentes naturales y surcos geograficos idoneos para todo tipo de escaramuzas. Se trataba de un territorio relativamente facil de proteger desde el lado castellano, pero no asi desde el musulman.
Por todo ello, los sucesivos reinos nazaris se obsesionaran en reforzar las confusas lineas divisorias, levantando una compleja e interminable tela de araña a base de atalayas comunicadas entre si y con las diferentes alcazabas. Las torres, superpuestas en algunos casos a anteriores estructuras, fueron mezclando influencias bereberes y cristianas, pasando de ser cuadradas a cilindricas y de mamposteria, pues ofrecian una mayor capacidad defensiva.
Las tierras de Jaen, como encrucijada ancestral que protegia Granada y comunicaba el interior y la costa, eran la verdadera llave territorial de al-Ándalus, y no en vano es el espacio peninsular con mayor concentracion de estructuras fortificadas. Discurrian por la sierra de La Pandera, por Sierra Magina, a lo largo del curso del Guadiana Menor, y hacia el este por las sierras de Cazorla y Segura, repartiendose despues por el litoral. Entre aquellas atalayas, la mayoria de las que han sobrevivido pertenecen a la ultima etapa, anteriormente a la definitiva caida de Granada. Tras la toma de Granada, los cristianos trataron de restablecer su uso, pero el despoblamiento acabo relegando muchas de ellas al olvido.
-Dibujo idealizado de una atalaya arabe con su guarnicion-
-Diorama del ataque a una atalaya arabe por tropas cristianas-
Fuente:
-Historia de iberia vieja
-amodelcastillo