Dinero de mentiraEl dinero, tal vez la más grande y compleja de nuestras construcciones culturales, es, antes que nada, un masivo acto de fe.
Confiamos en que tiene algún valor intrínseco, pero en realidad su valor se deriva únicamente de nuestra disposición a aceptarlo como medio de pago. Eso lo pude confirmar de primera mano en Buenos Aires en 2002.
La economía argentina acababa de tragarse una píldora de cianuro y los argentinos corrían despavoridos a imprimir monedas locales con tal de contar con algún mecanismo para intercambiar bienes y servicios.
Hubo una docena de esas monedas, con nombres que inspiraban poca confianza: ‘bofes’, ‘patacones’, ‘lecops’. Su posesión, en lugar de la tranquilidad del efectivo, provocaba en el portador una especie de frenesí. Había que circular ese dinero de inmediato, pasarlo a manos de otro, usarlo para pagar algo antes de que alguien en algún lado decidiera arbitrariamente dejar de recibirlo y se viniera abajo de repente todo el andamiaje de monedas alternativas.
Cualquier cosa puede servir como moneda. No tiene que estar avalada por un estado o por un banco central. (De hecho, otro aspecto de la crisis argentina fue que demostró que el respaldo estatal al peso era también una ficción.) Un papel sirve, sin duda, o una pieza de metal, pero casi que cualquier objeto.
Los pobladores de una isla llamada Yap, en el Océano Pacífico, usaban gigantescos discos de piedra caliza como moneda. Eran tan pesados que muchos no se podían mover hasta la casa de su dueño, pero todos sabían a quién pertenecía cada disco y cuándo cambiaba de propietario.
Dado lo anterior, era inevitable que, en esta era de digitalización de todo lo posible, a alguien se le ocurriera la idea de crear una moneda virtual.
Ya hubo varios intentos, pero el último, llamado ‘Bitcoin’, llama la atención porque además se ser un medio de pago pretende ser algo más radical: una moneda sin autoridad central, por fuera del control de cualquier banco o gobierno. La economía del ‘bitcoin’ es un experimento contemporáneo en la creación de dinero cuyo valor solo dependerá del comercio y no de intervenciones macroeconómicas.
Ya se puede obtener ‘bitcoins’. Hay casas de cambio en línea en las que se cambian dólares, euros y otras monedas por la nueva moneda virtual. Pero más intrigante es cómo cualquiera puede unilateralmente ‘decidir’ aceptar ‘bitcoins’ como pago de algún producto o servicio prestado. Por medio de esa aceptación es que nace una moneda; ese simple acto de fe le transfiere, a una cosa que antes no lo tenía, un valor: el valor del producto o de la mano de obra que se pagó con ese medio.
Como cualquier economía, la de los ‘bitcoins’, en sus dos años de existencia, ya ha tenido inflaciones, deflaciones, crisis y burbujas especulativas. Libertarios y anarquistas siguen de cerca esta nueva economía, con la esperanza de que el bitcoin se convierta en un rival para el dólar y otras monedas oficiales.
En la otra orilla, mientras tanto, los gobiernos temen que se use para financiar actividades ilícitas y para evadir impuestos. Muchos economistas son escépticos sobre la viabilidad de una ‘plata virtual’, creada en un programa de computador, sin respaldo estatal, sin existencia física y sin valor intrínseco. Una moneda de mentira.
Se olvida que, desde el tambaleante dólar hasta el ascendente yuan, y pasando por los aparatosos discos de Yap y los granos de cacao que eran el dinero de los aztecas, todas las monedas de la humanidad han sido, en un comienzo, de mentira. Y todas siguen siendo, en igual medida, virtuales.
Fuente:
http://www.elheraldo.co/tecnolog-a/dinero-de-mentira-37345