–El título de su libro casi lo dice todo: ‘Lorca, otra mirada. Fraude y leyenda’.
–Con mi libro quiero demostrar el fraude y la falsedad con la que aún hoy se exalta la vida y obra de Lorca. Por ejemplo, en el año 2010 me acerqué de nuevo al Archivo de la Administración y solicité que me enviaran todo el historial de censura de Federico García Lorca. La sorpresa fue constatar que el franquismo no prohibió nunca a Lorca. No hubo persecución a Lorca. La única obra prohibida por la censura fue La casa de Bernarda Alba, cuyo manuscrito tenía el falangista Tomás Borrás. Este dato resulta curioso, como también es sorprendente pensar que yo sea el primer investigador que descubre estas tensiones entre jefes falangistas. Más bien, soy el primero en decidir publicarlas.
–¿Cuándo empieza a mitificarse a García Lorca?
–Su leyenda y mitificación son inexorables, desde que Alberti y los estalinistas exhibieron sus ignorancias al atacar las manifestaciones de dolor que le dedican a Federico sus amigos y camaradas de Falange Española y de las JONS, cuando todavía no era aquella Falange traicionada por el decreto de Unificación.
–¿El asesinato de Lorca fue un asunto de familia, un ajuste de cuentas o política?
–Nunca fue un asunto político, ni tuvo que ver nada con deudas de dinero, sino con la criminalidad social e individual. Fue muerte pactada y cumplida. Luego el estalinismo utiliza su asesinato bajo la falsa bandera de que García Lorca era rojo. Y tanto el Gobierno Militar en Granada, como luego el nuevo estado franquista dan su beneplácito. Y hasta se asumen responsabilidades compartidas respecto a su muerte. Y así hasta hoy, cuando las complicidades de clase y de Estado siguen renovando sus añejos pactos.