Hoy os traigo una moneda poco corriente en el foro.
Se trata de un douzain à la croasiette de Francisco I, sin fecha. Moneda acuñada en un flan irregular.
Metalización: Vellón
Alineación: girado 90º
Peso: 1,85 g
Diámetro: 24,5
Ceca : Lyon
Anverso: + FRANCISCVS D G FRANCORVM REX F. En el centro escudo de armas del rey en un polilóbulo doble con roeles en los ángulos. Debajo, en la punta del escudo, marca de ceca D.
Reverso: + SIT: NOMEN DOMINI: BENEDITVM F. En el centro una cruz lisa con punto en el centro y enmarcada por cuatro lóbulos dobles y roeles en los ángulos.
El
24 de febrero de 1525 acaeció una batalla que cambiaría el rumbo de Europa.
Francia se veía rodeada por las posesiones de los
Habsburgo, y su rey desposeído del título de
Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Así pues, Francisco I preocupado por la posición geopolítica en la que estaba por la enorme concentración de poder en manos de
Carlos I, pretendió compensar el quebranto de sus pretensiones con la anexión del
Milanesado, un territorio en litigio.
Entre 1521 y 1524 se embarca en la conquista del norte de Italia y produjeron una serie de batallas en las que la casa de Valois nunca consiguió vencer.
El
27 de abril de 1522 los tercios españoles lo derrotaron en
Bicoca. Tan fácilmente lo consiguieron que la palabra bicoca era sinónimo de cosa fácil entre los españoles (aún hoy pervive esa expresión)
El
30 de abril de 1524, en
Sesia, un ejercito de 40.000 franceses también fue derrotado por los ejércitos imperiales.
El
25 de octubre de 1524, bajo el mando del propio rey, el ejército francés, cruzó los Alpes y ocupó todo el territorio por lo que las fuerzas españolas (2.000 arcabuceros, 4.500 lansquenetes y 300 jinetes), se tuvieron que replegar en la ciudad de
Pavía, a la espera de refuerzos, ante un ejercito francés mucho más numeroso (30.600 hombres y 53 piezas de artillería), que pone sitio a la ciudad y es asediada durante casi tres meses con un constante fuego de artillería.
Esta situación llevó a que soldados alemanes y suizos amenazaran con rendirse si no recibían su salario. En este punto hay que decir que los lansquenetes alemanes eran mercenarios pagados por el mejor postor.
Los oficiales españoles pagaron de su bolsillo los salarios excepto a los soldados españoles; estos habían decido seguir luchando aunque no cobraran.
Antes de finalizar enero llegó el refuerzo; con 13.000 lansquenetes alemanes, 6.000 infantes de los tercios españoles, 3.000 italianos con 2.300 a caballo y 17 cañones.
Durante el asedio, todas las noches se fingía ataques desde la ciudad contra los franceses, de manera que no podían descansar y creaban la costumbre de una falsa alarma entre los acosadoreses. Así fue como en la madrugada del 24 de febrero las tropas imperiales pudieron acercarse al castillo de
Mirabello, donde estaba el grueso de la tropa francesa. A partir de ese momento la desigual batalla tuvo distintas alternativas en el combate. Un error táctico, en lo que el mismo rey francés pensó que era la huida del ejercito imperial, indujo a lanzar a su caballería contra los españoles, por lo que hubo de cesar el fuego de su artillería para no verse alcanzada por ella; a su vez la artillería quedaba sin la protección de la caballería a su retaguardia. En ese instante, la acción coordinada de los arcabuceros y los tercios rodearon a la caballería y dispararon a los animales, de tal manera que en el suelo los caballeros con armaduras eran más torpes en sus acciones. Mientras que los lansquenetes hostigaban al resto de tropa francesa y a la artillería.
Cuando de madrugada, el resto de la tropa francesa comenzaba la huida y habían quedado yertos en el suelo más de 8.000 franceses y unos 2.000 heridos, se conoció que uno de los prisioneros era el mimísimo Francisco I, que suplicó por su vida a su captor; el soldado
Juan de Urbieta.
Al único rey francés prisionero en una batalla, Francisco I, le costó casi un año firmar el
tratado de Madrid, que nunca llegaría a cumplir. Pero esto queda para otro momento.
Se dice que un soldado español le dijo al detenido rey frances: “Señor, anoche, preparando la batalla, fundí para mi arcabuz diez balas de plata y una de oro. Las primeras las empleé bien contra caballeros de VM. que no volverán a levantarse. Tenía reservada la de oro para Vos y, de haberos visto en la batalla, os habría acertado. Aquí os la obsequio ahora; os servirá para pagar vuestro rescate, pues pesa una onza y vale ocho ducados”.