No es la primera vez que la humanidad se enfrenta a una pandemia, y probablemente tampoco será la última. En 1821, hubo varias epidemias que afectaron gravemente a la isla de Mallorca. Y de esa peste surgió una de las monedas más curiosas de la numismática española: los 30 sous de 1821.
En este entrada, reproduzco, un poco editado, el artículo que el forero Marqués de la Ensenada escribió hace unos años para Imperio Numismático, contando todos los pormenores de la acuñación de esta moneda.
El coleccionismo de “monedas de necesidad” exige unos conocimientos previos sobre ellas. A ojos del profano puede parecer una acuñación tosca, rudimentaria y fea estéticamente comparada con las acuñaciones “normales” del mismo periodo. Sólo los entendidos, o mejor dicho, los que conocen la historia que llevan detrás este tipo de piezas sabrán valorar y entender lo que significó la acuñación de emergencia en la época en que se hicieron.
Las fechas de 1820 y 1821 se han grabado en la retina de los mallorquines como dos años de infausto recuerdo epidemiológico.
Inicio de la epidemia
En 1820 la Isla de Mallorca fue asolada por una epidemia de peste bubónica. Murieron casi 2500 personas.
Al parecer, esta enfermedad llegó a la costa oriental de la isla por una embarcación de contrabandistas procedente del norte de África. Lógicamente, estas embarcaciones no pasaban los controles aduaneros ni los sanitarios, esto último era la clave y lo más importante para evitar en lo posible este tipo de enfermedades contagiosas.
Las acciones de contrabando eran comunes en la isla, pues para una población que vivía prácticamente en su totalidad de la agricultura y la pesca, unos ingresos extra siempre ayudaban a la paupérrima economía familiar.
El infortunio continuó asolando la isla. El 22 de julio de 1821, las autoridades, ante las noticias que llegaron de una epidemia de fiebre amarilla que estaba haciendo estragos en Cataluña y en la zona del levante peninsular, publicaron un bando advirtiendo a los ciudadanos de los peligros sanitarios del contrabando con esas regiones del este de España. Por más que se intentó con controles y vigilancia de las embarcaciones que llegaban a la isla, al final fue todo en vano, ya que la epidemia de fiebre amarilla penetró en Mallorca.
El 12 de septiembre de 1821, el Jefe Superior Político de las Islas Baleares, Antonio Buch, hace oficial, ante algunos casos de contagios y muertes en Palma acaecidos agosto, que la isla sufre una epidemia aunque sin precisarla para no alertar a la población.
Cuatro días después de hacer pública la noticia, las autoridades civiles de Baleares, el Gobierno Superior Político y la Diputación Provincial abandonan la ciudad y se trasladan a la Cartuja de Valldemosa, pues en virtud de una orden de la Regencia de España del 17 de agosto de 1813 las autoridades civiles y políticas, ante una posible epidemia, podían trasladarse a una localidad más segura desde donde dirigir y coordinar mejor las acciones de socorro de la población. Esta medida no hizo más que aumentar el pánico entre la gente. La ciudad fue cercada por un cordón sanitario el tiempo que duró la epidemia.
Problemas económicos
El 17 de septiembre, la Diputación Provincial ordenó al Ayuntamiento de Palma la confiscación de la plata de las iglesias no necesaria para el culto eclesiástico.
En un primer momento, esta plata sería usada como fondo de garantía para los préstamos en duros que debían hacer los diferentes prestamistas y comerciantes para paliar los gastos derivados de las necesidades del momento (pago a los soldados encargados de la vigilancia y control del cordón sanitario, pago a los funcionarios, mantenimiento del campamento de infectados, Hospital…).
En los días siguientes se hace manifiesta la necesidad urgente de numerario en la ciudad. Los préstamos no son de las cantidades esperadas; los trabajadores empiezan a recelar y no cumplir con sus deberes laborales pues no cobraban, los proveedores amenazan con dejar de suministrar alimentos ante la falta de pagos, los prestamistas no dan más dinero y, por consiguiente, el ánimo de los palmesanos empieza a crisparse.
La situación se vuelve caótica hasta el punto de solicitar al Gobierno Central de Madrid el permiso para proceder a acuñar moneda de necesidad. Pese a las negativas procedentes de Madrid sobre la acuñación de numerario pues esto era competencia del Estado, finalmente las autoridades de la isla decretan la acuñación de moneda. El director de la ceca sería Juan Francisco Villalonga, que era el tesorero del Ayuntamiento.
El 24 de septiembre, el Rey Fernando VII tiene noticia de la epidemia de fiebre amarilla que asola Palma y ordena que todo el dinero que recaude la administración estatal en Mallorca se destine a socorrer a los epidémicos de Palma.
La solución: 30 sous de 1821
El 15 de octubre se elige el lugar donde se llevarían a cabo las acuñaciones, tenía que ser un emplazamiento alejado del foco de la epidemia, por tanto, alejado de la ciudad. El sitio escogido fue el Castillo militar de Bellver, a tres kilómetros de Palma. Ese mismo día, el Rey Fernando VII mediante una Real Orden hace manifiesto su rechazo a que se emplee en la acuñación de moneda la plata confiscada de las iglesias a no ser que se haya dado libremente y, además, comunica que las monedas se labrarían en Sevilla y no en Palma.
Las autoridades de la isla hicieron manifiesto su descontento con esta decisión real, pero Sevilla también sufría esta epidemia por lo que el envío del metal para su acuñación se desaconsejó. Por otro lado, la Diputación Provincial encargó al Ayuntamiento de Palma que investigara la forma en que se había obtenido la plata eclesiástica y se dejó claro que fue cedida libre y voluntariamente.
El 11 de noviembre de 1821 se inicia la acuñación de las monedas de los 30 Sous. El Ayuntamiento respira con un poco de alivio, aunque aún seguía siendo la situación grave, y empieza a pagar sus deudas. Con el paso de los días se necesita más plata por lo que también se recurre a la de conventos y monasterios. Cuando llegó el momento de la Catedral de Palma, esta apelaba que durante la epidemia de peste bubónica de 1820 fue la más grande contribuyente en socorro de la salud del pueblo y que ahora debía distinguirse de las iglesias, conventos y monasterios, por lo que hubo un desencuentro con las autoridades civiles sobre las cantidades que debía de aportar la Seo, ya que ésta quería conservar algunas de las piezas valiosas que, en un principio, habían sido inventariadas para su cesión.
En diciembre la epidemia empieza a remitir y, por tanto, a bajar el número de infectados. Progresivamente se va desmontando el cordón sanitario entorno a la ciudad.
El 4 de enero de 1822, el Inspector de la “casa” de la moneda del Castillo de Bellver, Antonio Canut, hace entrega al Ayuntamiento de Palma de los cuños y maquinaria empleada en la acuñación de las monedas de 30 Sous. Días posteriores las necesidades hicieron que se volviera a acuñar durante unos días más monedas, por lo que la maquinaria tuvo que volver al Castillo, cerrándose definitivamente la ceca a principios de febrero. La acuñación total de duros fue de 42.543 monedas, esto corresponde a 39.098 acuñadas en 1821 y 3445 en 1822 sin modificación de fecha.
El proceso de acuñación era simple y consistía en una serie de sellos con FRº, VII, SALUS POPULI, 1821, 30 SOUS y el escudo de Palma de Mallorca que se punzaban en las diferentes zonas de la moneda. También contaban con una cerrilla o máquina de acordonar para grabar el canto de la moneda.
La frase latina SALUS POPULI que ha sido traducida como “Por la salud del pueblo” corresponde a la locución latina “SALUS POPULI SUPREMA LEX ESTO”, que podría traducirse como: “que el bienestar del pueblo sea la ley suprema”. Con esta frase las autoridades civiles justifican la acuñación de esta moneda de necesidad.
Estas monedas de 30 Sous no se retiraron de la circulación y seguirían por Mallorca décadas después como así nos dejó constancia el escritor Jaime Conrado Berard en sus “Apuntes Cronológicos” sobre la isla, escrito en 1865, donde apunta que ya eran piezas escasas de ver.
Por último y a modo de conclusión para hacernos eco de la catástrofe humana que llevo a la acuñación de esta moneda, citar que según el doctor Jaime Escalas Adrover (1847-1929) hubo 5000 muertos y 7000 infectados en esta trágica epidemia de fiebre amarilla de 1821 para una población de 30.000 personas.
Fuente:
https://coleccionismodemonedas.com/30-sous-de-1821/ y @Marqués de la Ensenada
Tras esta magnífica info facilitada por el compañero antes mencionado y reproducida por mi en este hilo, os muestro mi humilde ejemplo de esta moneda de sencillo diseño pero impresionante en mano.
30 SOUS de Fernando VII de 1821
Diámetro:40 mm
Peso:25,7 grs
Material: PLata
Ceca: Palma de Mallorca
Año: 1821