Es que independientemente de su valor económico, histórico y de lo que quieras, no me gusta nada.
Mira eso es como una vez que se compró mi hermana una alfombra de seda natural hecha a mano y le costó un riñón y medio del otro, y no me veas el cabreo que agarró cuando le dije que era cateta. Tenía unos colores rojos, amarillos, verdes... chillones que espantaba. Hay que reconocer que los materiales y la mano de obra valían lo que le cobraron, pero hijo mío, el diseño era horroroso.