Hoy vengo con otro de los “chicos malos” de la lista de emperadores. Junto con Calígula, Nerón y Cómodo, tal vez los cuatro con peor fama del alto imperio. De Domiciano poco o nada bueno podemos sacar de las fuentes antiguas, en cambio tenemos una larga lista de crímenes y desmadres de todo tipo. Sádico al punto de tener como pasatiempo acuchillar moscas con un punzón cuando se encerraba solo, y paranoico hasta para ejecutar a cualquiera que tuviese un horóscopo políticamente favorable. El más joven de los Flavios era un auténtico peligro para cualquiera que se cruzase en su camino. Al margen de su gusto por la sangre y el sufrimiento de los demás, demostrado públicamente en más de un espectáculo circense, la imagen que nos llega de las fuentes antiguas es la de un emperador incapaz, eclipsado por los méritos de su padre y su hermano, que solo por medio del terror podía mantenerse en el poder. Un militar incompetente que debe sus triunfos a otros y un gobernante negligente, derrochador y manirroto. Me voy a centrar en las cuestiones de política económica y monetaria, que creo que son los más apropiados dado el reverso de esta pieza, y voy a dejar los aspectos más morbosos de este emperador para cuando traiga otras piezas. El debate sobre la economía bajo Domiciano gira en torno a dos ideas genéricas. Por un lado los que presentan a Domiciano como el dilapidador de las finanzas que Vespasiano y Tito dejaron saneadas. Frente a estos, los que afirman que, fruto de su gestión, dejó un excedente a favor de las arcas del imperio a pesar de un gasto público descomunal. Como con todo lo que ocurrió hace 2000 años, es imposible aclarar quien lleva razón, pero si se pone un poco de atención a lo que se sabe de las finanzas de Domiciano es posible que, en lo que se refiere al dinero, no fuera tan incapaz. No en vano era nieto de banquero
.
La administración fue una tarea descomunal para un imperio tan grande y con una burocracia paradójicamente tan pequeña. Para aumentar la capacidad de la administración imperial el estado recurrió sistemáticamente a agentes privados, como los publicanos, para llevar a cabo muchas de las tareas administrativas básicas pero también críticas. Los emperadores delegaron con mucha frecuencia las responsabilidades y los asuntos burocráticos en sus libertos. La administración de las provincias fue en gran medida cedida a las élites locales, quedando las decisiones militares y la administración de justicia en asuntos de estado reservadas a la autoridad imperial de turno. En esta amalgama de representaciones y delegaciones entre entidades públicas y privadas no era extraño que en ocasiones surgiera el caos, por no hablar de los muchos incentivos que ofrecía a la evasión fiscal. Domiciano puso gran empeño en corregir todos estos defectos y reforzar el aparato del estado en lo que se refiere a su capacidad económica, el control y la eficacia fiscal. No se limitó a dictar leyes, sino que intervino personalmente en todas las decisiones y la ejecución de las mismas. En ese sentido no se puede decir que fuese un emperador dejado, que eludía sus responsabilidades poniendo los asuntos de estado en manos de sus libertos. Más bien fue, al menos en los temas económicos, un grano en el trasero de sus secretarios a los que siempre impuso su criterio, por las buenas o por las malas. El mejor ejemplo del carácter intervencionista de Domiciano en la economía del imperio es el conocido como “decreto del vino” del 92. Mediante este decreto se puso cota a la producción de vino en Italia, prohibiendo plantar nuevas vides, y se redujo la producción en provincias, ordenando cortar la mitad de las existentes. El motivo de este edicto parece estar en la escasez y ños altos precios del trigo, que de esta forma quedaría compensada al dedicar a su cultivo las tierras y recursos que quedasen ociosos como consecuencia del recorte en la producción de vino. El alcance del decreto va más allá de la redistribución de recursos y oferta de alimentos. Al reducirse la producción de vino los precios tuvieron que aumentar, mejorando las rentas de los terratenientes en Italia. En el otro extremo, los precios del trigo tuvieron que bajar, especialmente en provincias, mejorando las condiciones del pueblo. Suetonio sugiere que, por motivos supersticiosos, Domiciano no puso mucho empeño en hacer cumplir el decreto, pero hay evidencias de que este se llevó a cabo con bastante celo. Especial aplicación tuvo en África, donde fue derogado por Probo casi dos siglos después.
La economía de Domiciano se caracterizó por una fuerte expansión del gasto público como no se había visto desde Augusto. Siguiendo a Suetonio, el dinero se iba en cinco grandes conceptos. Por un lado estaba el ejército, al que Domiciano incrementó la paga en varias ocasiones y otorgó varios regalos en metálico. Se estima que el presupuesto militar se llevaba un tercio o algo más del presupuesto anual. La ingente actividad de obra pública, no solo en la urbe, que puede apreciarse aun hoy en varios distritos de la Roma moderna, sino también en provincias, no debía ocupar un puesto de mucha menor importancia. Roma había sufrido grandes catástrofes desde el incendio del 64 y la guerra civil del 69 que la dejaron devastada. La labor de reconstrucción, iniciada por Vespasiano y Tito, recayó en su mayor parte en los hombros de Domiciano. Seguido a estas dos grandes partidas vendrían las actividades lúdicas con las que el emperador se ganaba el ánimo del pueblo, los festivales circenses y los banquetes públicos. Y, como no, los “congiaria”, regalos es metálico de 300 sestercios por cabeza a diferentes colectivos de ciudadanos seleccionados de forma más o menos aleatoria, de los que otorgó tres, en el 83, el 89 y el 93. A estos gastos añade Dión Casio los pagos a Decébalo por la paz en Dacia desde el 89. Cuenta Suetonio, más adelante, que todos estos gastos llevaron al estado a la ruina, y que para salvarse de la bancarrota, igual que en su día hizo Nerón, Domiciano recurrió a la confiscación de las propiedades de ciudadanos ricos, acusados de diferentes crímenes con o sin fundamento. Sobre este punto Brian W. Jones, en su biografía de Domiciano de 1999, matiza, basándose en el valor de mercado de las fincas y villa de Plinio el Joven, que harían falta 80 propiedades iguales para poder cubrir el presupuesto de un año. Una cantidad a la que en todo el tiempo que duraron las confiscaciones no se llegó ni a soñar. Sin embargo, la idea del saneamiento de las cuentas públicas como principal motivación de las confiscaciones está presente en todos los autores clásicos.
La numismática, de la que Domiciano era un maniático en cuanto a motivos, calidad e información contenida en las inscripciones en lo referente a sus títulos, viene a dar cierto soporte a esta versión de evolución cóncava, con fuerte crecimiento económico al comienzo del período, que se ve frenado al cabo de los años y termina en decadencia. Al poco de llegar al poder en el 82 Domiciano emprendió su primera reforma monetaria y no para restaurar el patrón neroniano, que se había devaluado desde el gobierno de su padre, sino para retornar al estándar de Augusto, incrementando el contenido de plata del denario en un 12% con respecto al neroniano. Se sabe que a esta revalorización, al igual que a otras medidas económicas del emperador, se opuso el liberto Tiberio Julio Augusto, secretario de finanzas desde Vespasiano, lo que supuso el cese y el exilio a Campania. El tiempo le daría la razón. En el 85 hubo que devaluar y volver al estándar neroniano que, aunque un retroceso comparado con la reforma anterior, seguía teniendo un valor mayor que los que circularon con su padre y su hermano. La calidad de las acuñaciones siguió cuidándose con todo detalle, los bustos, los reversos con Júpiter y Minerva y los títulos, precisos y actualizados del emperador. La reforma del 85 coincide con una mayor presión recaudatoria. Se gravó a los judíos con un impuesto específico y el emperador, haciendo uso de su nuevo cargo de censor vitalicio, emitió leyes de protección de la moralidad que dieron lugar a importantes sanciones económicas y abrieron la puerta a las confiscaciones. Este conjunto de medidas monetarias y fiscales debió surtir su efecto, ya que la construcción continuó, el ejército siguió metiéndose en guerras y cobrando sus generosas pagas y las confiscaciones no fueron una práctica común en política hasta el año 93. En todo caso, la motivación económica de las confiscaciones que se apunta en Suetonio y Dión Casio, como he expuesto más arriba, está hoy muy discutida. El mismo Plinio el Joven, que trabajó tres años en el tesoro bajo Domiciano, contradice a Suetonio y asegura que las confiscaciones tenían una mayor motivación en la envidia que en la avaricia o la necesidad de fondos.
A partir del 85 el estándar monetario se mantuvo consistente en los 11 años que siguieron hasta el asesinato del emperador. No solo en los pesos, sino en todos los detalles de calidad, motivos e inscripciones, con una minuciosidad como se verá pocas veces más en las cecas de Roma. Tampoco decayó el esfuerzo urbanístico, que según Sutherland continuó a buen ritmo hasta su muerte y esta dejó varios proyectos sin acabar, como el acondicionamiento del espacio para un gran foro entre el Capitolio y el Quirinal que hoy conocemos como Foro de Trajano. En medio de todo el despliegue de obras públicas y hacia finales de su reinado completó la Domus Augustana en el Palatino, después de haber restaurado todas las construcciones de los palacios que había en la colina, y que en el 92 culminó con la construcción de su estadio particular del que os dejo una foto de una de mis últimas visitas, cuando se podía viajar...
Tampoco los soldados dejaron de cobrar y su lealtad hacia su emperador llegó al punto de vengar su muerte y pretender su divinización, lo que nos da buena idea de lo contentos que los tenía. A estas alturas todos sabemos que lealtad y buena paga iban de la mano en las legiones. No solo estaban bien pagados, sino que además tenían ahorros, que se guardaban en los campamentos. La captura de los ahorros de dos legiones, la XIV Gemina y la XXI Rapax, permitió financiar la fallida revuelta de Saturnino en Germania en el 89. En ese mismo año se ratificó el tratado con Decébalo, que fue determinante en las guerras de Panonia contra los Marcomanos y Sármatas. Se cumplió con todos los requisitos formales del sometimiento de los aliados a Roma, con visita a la Urbe e imposición de la diadema de los reyes vasallos al representante de Decébalo. Domiciano, sin gran dolor de su bolsillo, entregó a los Dacios dinero y hombres suficientes para que estos no solo se quedasen quietos, sino que permitiesen el paso de las tropas romanas por su territorio en varias campañas. El tratado fue objeto de duras críticas por parte de los cronistas posteriores, pero lo cierto es que difícilmente se podía mantener la paz en la frontera del Danubio sin llegar a algún tipo de acuerdo con los Dacios. Después de esto Domiciano no aceptó ninguna oferta de paz de los germanos y estuvo aumentando las fuerzas en Panonia hasta su muerte, que después serían la base para las posteriores campañas de Trajano y que también suponen un importante aumento en el gasto.
Todos estos hechos dan refuerzo a la idea de que las finanzas de Domiciano no fueron tan desastrosas como se dio a entender en las crónicas de los años posteriores, aunque tampoco permiten afirmar que se nadase en la abundancia. Lo cierto es que las principales partidas de gasto, el ejército y la construcción, continuaron e incluso aumentaron en los últimos años del último de los Falvios, y que las confiscaciones malamente pudieron contribuir a sostenerlas. Lo que fue la principal fuente de ingresos a finales del principado de Nerón, la rapiña de los más ricos, no lo fue tanto en el caso de Domiciano, que enfrentaba muchos más gastos. Otras medidas, fiscales, monetarias y económicas, parecen estar detrás de ese aumento en la capacidad de gasto.
Corto el rollo y paso a mostrar la moneda. Se trata de la versión de la Moneta Augusti del año 90-91, decimo quinto consulado, por lo tanto con los estándares de peso neronianos. A pesar del desgaste el busto está bastante bien conservado y tiene una bonita pátina verde. Espero que os guste.
Domiciano, 82 – 96 dC.
AE As, Roma, 90-91
Anv: IMP CAES DOMIT AVG GERM COS XV CENS PER P P, busto laureado a derecha
Rev: MONETA AVGVSTI S C, Moneta estante a izquierda con balanza y cornucopia
RIC II 708
Diámetro: 28mm.
Peso: 9,9g