No es uno de los emperadores a los que suelo apuntar, pero tampoco es malo dispersarse de vez en cuando. Con la que nos está cayendo, Lucio Vero es quizás el emperador romano de mayor actualidad, aunque nos gustaría que fuese más por sus fiestas que por su relación con la pandemia que les tocó vivir en su tiempo. Pero así es la historia, tiene su cara y su cruz y una y otra tienen que repetirse cada cierto tiempo, nos guste o no.
Lucio Ceyonio Cómodo, era hijo de Lucio Elio, designado César por Adriano porque “era muy hermoso” y muerto prematuramente en 138. Al morir su padre tomó su nombre y fue después adoptado, junto a Marco Aurelio, por Antonino Pío cuando fue designado a suceder a Adriano. Antonino, como no podía ser de otra forma, cumplió con la voluntad de su antecesor, se hizo cargo de los dos jóvenes como si fuesen sus propios hijos, a los que educó para ser los siguientes príncipes. Ya desde muy jóvenes quedó claro que se trataba de dos personalidades completamente distintas. Marco despuntaba en su formación académica y ya apuntaba las maneras que lo convertirían en el emperador filósofo. En cambio, de Lucio se decía que era mejor orador que poeta, por no decir peor poeta que orador. Al muchacho le llamaban mucho más la atención los juegos y las carreras que la gramática. Julio Capitolino lo compara con Nerón, sin su crueldad, pero con los mismos gustos y vicios.
Según el plan de Adriano, Lucio Cómodo debía casarse con la hija de Antonino, pero este prefirió a Marco como yerno y se desvió por primera y única vez de la voluntad de su antecesor. Los motivos que se adujeron fue la juventud de Lucio, que no había llegado aun a la edad adulta. Como compensación, o mayor castigo según se mire, acabó casándose con Lucila, la hija de Marco y hermana de Cómodo. Ya formaba parte oficialmente de la familia Aurelia desde los 7 años y vivía con ellos en el palacio. Así que todo queda en casa. En los tres primeros años de vida pública ejerció una cuestura y dos consulados, el segundo, al cabo de dos años del primero, con Marco Aurelio de colega. Pero no mostraba mucho interés por la política y pasó bastante tiempo sin ejercer ningún cargo después de estos nombramientos. A Lucio le interesaban más los placeres y los juegos del circo. Su comportamiento licencioso le causó a Antonino algún dolor de cabeza, pero no dejó de apreciar al muchacho, del que alababa su sencillez y franqueza. Era un golfo, pero un golfo con buen corazón.
Al morir Antonino el Senado reconoció inmediatamente a Marco Aurelio, pero se negaron a reconocer a Lucio. Por una parte, había reticencias al hecho de tener dos príncipes. Por otra, el candidato, que no había vuelto a aparecer por el senado desde su último consulado, no parecía muy apropiado. Pero Marco, en la línea de su padre adoptivo, consiguió que se le reconociese como coemperador. A partir de aquí dejó de ser llamado Lucio Cómodo a Lucio Vero, que era uno de los nombres de la familia Aurelia. Las cosas no cambiaron mucho, Marco se dedicó a la política y Lucio a disfrutar de los placeres y el mambo. Igual que Antonino, Marco siempre miró para otro lado y pasaba por alto los excesos de la familia, tanto los de su hermano como los de su mujer y sus hijos. Pero al poco de acceder al poder le llegaría la oportunidad de ser útil a Marco y al imperio. En 161 partió con el ejército a Oriente, donde los partos se habían hecho con el control de Armenia. Estableció su cuartel general en Siria, desde donde dirigía las operaciones, con Avidio Casio como hombre sobre el terreno, y se dedicaba a gozar de vicios antiguos y recién adquiridos. En Siria se aficionó a los dados y podía pasarse noches enteras jugando, bebiendo y volcado a todo tipo de desenfrenos. Pero, a pesar de que Julio Capitolino lo pone a caer de un burro en la Historia Augusta en sus dotes como general, parece ser que fue un buen estratega, lo que convirtió la campaña en un éxito y le hizo ganar el aprecio de la tropa. En 166 los partos fueron derrotados y Armenia volvió a la órbita romana. Por ello recibió en el sobrenombre de Armenico, que figura en el anverso de la moneda, y al final de la campaña el de Pártico. La campaña de oriente le dio a Vero méritos, títulos militares y el conocimiento de nuevos vicios y diversiones. A Roma le devolvió Armenia y el gusto de sacudir otra vez a los partos. Celebró el triunfo junto con Marco Aurelio, en una ceremonia atípica en la que este era compartido por dos emperadores. Pero la alegría duró poco tiempo, porque las tropas de Vero trajeron a su regresó de polizón un virus desconocido y muy letal. Las celebraciones del triunfo, con los soldados mezclados por toda Roma, debieron ser como una bomba biológica.
La peste Antonina supuso un golpe muy duro para el imperio, que había alcanzado el máximo de su poder y esplendor, y preparó el terreno para la etapa de declive que seguiría a continuación. La primera oleada sacudió occidente en 165 y duró 3 años. Después hubo otras dos oleadas en 172 y 189. Afectó a todas las provincias del imperio y se estima que causó entre 5 y 7 millones de muertos. Los historiadores de la medicina se quejan de la imprecisión de las descripciones de Galeno, que abandonó Roma al morir todos sus esclavos, y durante bastante tiempo identificaron la viruela como posible causa de la epidemia. Hoy parece haber más acuerdo en que se trató de un brote de sarampión, que se cebó en una población virgen. Julio Capitolino apunta directamente a Avidio Casio, el malo malísimo del momento, como responsable de la maldición de Apolo, porque es este dios el que castiga con plagas. Casio asaltó Seleucia, que había sido aliada de los romanos durante la guerra y por ese acto impío el dios habría liberado un gas pestilente de un arca de oro que había en su templo de Babilonia. Intentar calmar a Apolo con sacrificios fue la única medida de salud pública que se implementó. Por lo demás, los foros, baños y anfiteatros continuaron llenándose como de costumbre, ayudando a la propagación del virus.
Los efectos económicos y sociales están muy bien estudiados. Si alguien quiere conocerlos con más detalle recomiendo este artículo de Richard Duncan-Jones publicado hace dos años en la revista Actros,
https://journal.fi/arctos/article/view/84955/54434. Como en todas las pandemias con alta mortalidad, lo primero que se resintió fue el coste y la productividad del trabajo. Los esclavos, con peores condiciones de vida, cayeron como moscas y su precio se puso por las nubes. Como consecuencia, los salarios de los trabajadores libres también subieron. El comercio se estancó y decayó progresivamente. Las actividades económicas que no se pararon por falta de mano de obra lo hicieron después por falta de rentabilidad. Se abandonaron cultivos, se cerraron minas en Hispania y otras provincias, se pararon los grandes talleres y se paralizó la obra pública. Con esta contracción de oferta los precios comenzaron a subir y se abrió el largo período inflacionista que está detrás de las reformas monetarias de Caracalla, Aureliano y Diocleciano que todos conocéis.
A su regreso de Siria Lucio se construyó una villa en Roma que llenó con todo tipo de actores y artistas que se trajo de oriente. La vida en la villa era juerga continua, pero parece que a Marco no le preocupaba gran cosa. Volvió a necesitar las habilidades de estratega y el aprecio de la tropa hacia su hermano cuando los cuados se pusieron a molestar en Aquileya. En esta ocasión los dos emperadores viajaron juntos, en lo que sería la primera expedición militar de Marco Aurelio. En el viaje de ida Vero celebró fiestas en cada parada como si no hubiera un mañana. Lo cierto es que para él no quedaban muchos mañanas. Lucio Vero enfermó y murió en el viaje de regreso. Sobre la muerte de Vero hubo varias versiones. La Historia Augusta habla de un ataque de apoplejía, pero también menciona rumores de envenenamiento. Al parecer, Faustina, con la que tenía sus líos, lo habría envenenado con unas ostras, o Lucila por celos. Aunque a esta versión le dan poca validez. Por supuesto, la peste también se apunta como posible causa de muerte.
Y aquí os muestro la moneda. Celebra los éxitos de la campaña de oriente y agradece el favor de Marte. El emperador ya viene denominado Armenico, aunque la ceremonia del triunfo tuvo lugar un año después. Como siempre, espero que os guste.
Denario de Lucio Vero, 161 – 169 dC.
Roma, 164 dC.
Anv: L VERVS AVG ARMENIACVS, Busto desnudo a derecha.
Rev: TRP IIII IMP II COS II, Marte en pie a derecha sosteniendo lanza y escudo en tierra.
RIC III 516
Peso: 2,8g.
Diámetro: 18mm.