Hoy traigo una nueva incorporación a mi colección de Julio-Claudios con un personaje al que le tenía muchas ganas. Hubiese sido mejor un busto, pero a esos no llego
. No hace mucho comenté un post de otro provincial que estas monedas son una buena opción para completar retratos de las familias imperiales a precios asequibles. En el caso de las Julio-Claudias, y para un presupuesto de andar por casa, tal vez sea la única opción. Ya entonces andaba buscando alguna de estas emisiones orientales con alguna de ellas y se me apareció esta y otra que mostraré en unos días. No hace falta decir que esta chica era la primera de la lista, pues no se puede hablar de una colección de Claudio sin que aparezca por algún sitio, aunque sea en este estado.
En la cultura popular el nombre de Mesalina está asociado al adulterio y a la prostitución. Juvenal le otorgó el título de “Meretrix Augusta”, la emperatriz prostituta. Por supuesto, para la moral de la época, que ya pocos observaban, y en períodos posteriores, esta conducta de desenfreno erótico en la esposa del emperador era motivo de censura y sirvió para aumentar su fama de persona maliciosa. Pero hoy, superada la revolución sexual, para un observador poco conservador no pasaría de ser una chica “ligera de cascos”, poco pudorosa, pero no necesariamente una malvada como la describen los autores clásicos. De vivir en nuestra época seguramente estaría ventilando sus aventuras y adulterios por las cadenas de televisión para regocijo de la audiencia, ganando dinero para sus caros caprichos. Entonces no había televisión y a la esposa de Augusto, si no se le pedía una conducta intachable, al menos se le exigía descripción. No voy a entrar a contar los devaneos y salidas de picos pardos de Mesalina, que ya son bien conocidos. Si alguien está interesado en los cotilleos de la época, tal vez las sátiras VI y X de Juvenal sean el mejor ejemplo. Se puede descargar una copia aquí:
https://josefranciscoescribanomaenza.files.wordpress.com/2016/03/aquc3ad9.pdfValeria Mesalina era una mujer muy ambiciosa, inteligente y manipuladora, que sabía muy bien cómo manejar a los hombres y en especial a su marido el emperador. Claudio, como nos dice Suetonio, se levantaba borracho ya de la primera comida del día, y se dedicaba a perseguir a sus esclavas y cortesanas hasta que perdía el conocimiento. Tal era la adicción del emperador al sexo opuesto que el mismo Suetonio destaca que no se le conocía ninguna relación homosexual, como si fuese una rareza en un príncipe. Lo cierto es que sabemos que lo era
. Mesalina podría ser una adúltera, pero Claudio no era ningún marido fiel. Es posible que no le importasen las aventuras de su esposa. También es posible, como sostienen los clásicos, que no se enterase a causa de su abuso del vino y su personalidad fácilmente manipulable por sus mujeres. Dión Casio le achaca ese carácter al hecho de haber sido criado por su abuela y haber vivido bajo el techo de su madre hasta bien entrada la madurez.
La mujer pronto se aficionó al abuso de poder, la corrupción, y el asesinato, ya fuese para satisfacer sus apetitos de sexo como de poder político. Sus injerencias en la represión de los supuestos traidores a Claudio, con consecuencias siempre funestas para los implicados y recompensas materiales para Mesalina, ocupan en Tácito bastantes más líneas que sus correrías amatorias. Es incluso posible que el relato sexual sea un arma política, muy común en la época, exagerando hechos con el fin de desacreditar todavía más a un personaje caído en desgracia. Lo cierto es que en el campo del crimen político le dio a casi todo, desde pequeñas corruptelas como vender cargos, incluyendo la ciudadanía a extranjeros, a promover acusaciones de traición para apoderarse de las propiedades de los acusados.
La parte del reinado de Claudio que nos ha llegado de Tácito arranca con el juicio por traición a Valerio Asiático, en el 47, un excónsul que había estado implicado en el asesinato de Calígula. Fue acusado falsamente, a instancias de Mesalina, de intentar sustituir al emperador por un lio de celos con uno de sus amantes y, de paso, aprovechar y apropiarse de sus jardines, los antiguos jardines de Lúculo, que intentaron rivalizar con los de Mecenas, y que se encontraban en la actual plaza de España. Mesalina mantenía una tórrida relación con un actor llamado Mnester, que ya había sido amante de Calígula y que se dice que por eso se encaprichó con él. Este Mnester, al parecer, también se veía con Popea Sabina madre, a la que se acusó de ser amante de Asiático para añadir más leña a la pira de este. El juicio de Asiático se celebró en una alcoba del palacio con Mesalina presente. Fue decisivo el papel posterior de Vitelio, padre del futuro emperador en el 69, que siguiendo instrucciones de la emperatriz informó a Claudio que Asiático solicitaba el derecho a escoger la forma de morir. Claudio lo interpretó como una confesión y lo condenó a muerte. Como no tuvo suficiente con esto, Mesalina cargó contra Popea Sabina. La acosó con sus conocidos, que la amenazaron con la cárcel y severos castigos hasta que, aterrada, se suicidó.
Su influencia sobre Claudio la hacía especialmente poderosa y muy peligrosa, pero no actuaba sola. Mesalina contó en todo momento con la complicidad de los libertos de palacio, que eran quienes de facto controlaban el imperio. Los más importantes fueron Narciso, el jefe de secretarios, Palante, el encargado de las finanzas, Calixto, encargado de las peticiones y Polibio, asesor de asuntos literarios. Según los testimonios clásicos, todos ellos y la emperatriz manejaron en su provecho las vidas de los personajes ilustres de Roma actuando como una banda criminal de extorsionadores y asesinos. Su avaricia y ambición no tenía límites. Suetonio hace un breve repaso de sus víctimas más ilustres entre los que incluso se cuenta a los yernos de los matrimonios anteriores de Claudio, en un intento de suprimir obstáculos en el camino al imperio de Británico. Esta fue una de las principales motivaciones, además del lucro y los placeres personales, en sus injerencias políticas y en opinión de muchos autores modernos la única. En un principio podría decirse que Británico, siendo el único hijo varón de Claudio, no tenía rival, de hecho, oficialmente era su heredero. Pero después de acceder Claudio al poder, Agripina volvió a Roma de su exilio y se trajo consigo a su hijo Lucio Domicio, más tarde Nerón, el único descendiente varón de Germánico. A partir de ahí las reglas del juego empezaron a cambiar. A medida que los dos crecieron y fueron presentados en público, Nerón fue eclipsando a Británico, lo que parece que precipitó las acciones que llevaron a Mesalina a su propia ruina.
La complicidad con los libertos se trastocó cuando Mesalina acusó falsamente a Polibio, con el que tenía relaciones, causándole la muerte. A partir de este suceso, los libertos dejaron de colaborar con ella y, sobre todo, dejaron de encubrirla. Tal vez incluso empezaron a plantearse sustituirla. Entonces tuvo lugar un hecho muy extraño sobre el que se ha escrito y debatido mucho, el matrimonio entre Mesalina y el cónsul Cayo Silio, que supuso la condena a muerte de ambos. Hay muchos cabos sueltos y objetos de discusión en los relatos que nos llegan de este pintoresco matrimonio. La primero de estos es cómo pudo Mesalina casarse con Silio conforme a la ley, como describen todas las fuentes, sin haberse divorciado antes de Claudio. Suetonio asegura que el mismo Claudio firmó el contrato de matrimonio de Mesalina, aunque engañado con el supuesto fin de alejar un fingido peligro. Esto significa que, aunque no conste en las fuentes antiguas, tuvo que haber divorcio, aunque este fuese por efecto del nuevo matrimonio, como así se observaba también en la ley. En otras palabras, Mesalina era una mujer soltera en el momento de su matrimonio con Silio, por lo que las acusaciones de adulterio y bigamia no se sostienen conforme a la ley del momento. Visto así, la muerte de los dos esposos quedaría como la reacción de un déspota celoso, pero había mucho más detrás de ese matrimonio, aunque seguramente Claudio nunca lo supo con claridad. Las claves de toda la intriga nos las dan los relatos de Tácito y Dion Casio. A partir de ellos se han desarrollado una serie de líneas de investigación en paralelo, desde el campo de la historiografía al del derecho, que han llegado como conclusión a un relato bastante coherente con los hechos que nos han llegado, aunque no falto de objeciones. Dejo aquí alguno de esos artículos y hago un resumen a continuación.
Castillo, A. (2013). Reflexiones sobre el Matrimonio de Valeria Messalina y Cayo Silio en el año 48. Latomus, 72, 711-724.
https://www.academia.edu/35530695/REFLEXIONES_SOBRE_EL_MATRIMONIO_DE_VALERIA_MESSALINA_Y_CAYO_SILIO_EN_EL_A%C3%91O_48Cenerini, F. (2010). Messalina e il suo matrimonio con C. Silio. Herrschaftsstrukturen und Herrschaftspraxis II. Akten der Tagung in Zürich 18.-20. 9. 2008.
https://www.academia.edu/28281970/Messalina_e_il_suo_matrimonio_con_C._SilioJoshel, S. R. "Female Desire and the Discourse of Empire: Tacitus's Messalina." Signs 21, no. 1 (1995): 50-82.
www.jstor.org/stable/3175122Von Stackelberg, K. (2009). Performative Space and Garden Transgressions in Tacitus' Death of Messalina. The American Journal of Philology, 130(4), 595-624.
www.jstor.org/stable/20616210Todo parece ser el plan de un cónsul con ganas de hacerse con el poder absoluto y una mujer que ve peligrar su futuro y el de sus hijos. Cayo Silio era un hombre muy popular en Roma, joven, talentoso y cargado de méritos. Fue cónsul electo en el 48 y con ello cerraba su carrera política. Con una esperanza de vida todavía larga y no poca ambición, ya no podía escalar más alto en el poder político. Mesalina, por su parte, con los libertos en contra y la imparable popularidad de Nerón entre el pueblo y los senadores, veía peligrar cada día su posición y la de su hijo. No está claro quien se acercó a quien, pero según cuentan todos los autores Mesalina desplegó sus mejores armas para dominar la voluntad de Silio, el sexo. Lo sedujo al extremo de obligarle a repudiar a su mujer y lo cubrió de favores y riquezas de palacio, incluyendo esclavos, muebles y hasta joyas de la herencia familiar de Claudio. Entonces se discutió la cuestión del matrimonio y o bien Silio hizo una oferta o Mesalina puso sus condiciones. El trato era que Mesalina seguiría gozando de su posición y que Silio adoptaría a Británico. Hay dos problemas legales en estas condiciones. El primero es que, casándose con Silio, Mesalina solo podría aspirar a la condición de esposa de un excónsul la mayor parte de su vida. La otra es que en el derecho romano la potestad de los hijos es siempre del padre, por lo que la adopción era inviable. Solo hay una manera de solventar esos problemas y es con Claudio muerto. La conjura está servida. Se cree que Silio era la cabeza visible de una conjura de senadores y caballeros que pretendían eliminar al príncipe. No está claro si la intención era poner a Silio en su lugar como regente de Británico o restaurar la república, una cuenta pendiente para algunos tras el asesinato de Calígula. El matrimonio podría haber sido una forma de legitimar a Silio, lo que choca con la reputación de su nueva esposa, o la señal para llevar a cabo el golpe.
La noticia de la celebración del matrimonio y conjura, del cual toda Roma estaba enterada según Tácito, llegó el mismo día de la celebración a oídos de Claudio, que se encontraba en Ostia. En un ejemplo más de lo fácil que era manipular a Claudio por medio de las mujeres, Narciso se encargó de que le informasen de los peligros que corría sus concubinas favoritas, Calpurnia y Cleopatra. Luego entró en escena y le dio todos los detalles de los planes de Silio, cuyo objetivo era eliminarlo y ponerse en su lugar. Con un Claudio aterrorizado salieron de Ostia a toda prisa para ir directamente al Castro Pretorio. Allí, tras asegurarse la lealtad del prefecto y la guardia, se puso al mando de todos los pretorianos a Narciso. Nunca un liberto había tenido tanto poder en la historia de Roma. Según Claudio iba firmando sentencias, Narciso se ocupaba de que se ejecutasen. Cerca de 250 personas entre senadores, ecuestres y el actor Mnester, fueron ejecutadas en la represión. Silio fue llevado ante un tribunal y él mismo, sin negar ninguna acusación, pidió que se le diese una muerte rápida.
Mesalina hizo todo lo posible por ver a Claudio para lograr su perdón, incluso recurrió a la Vestal Máxima. Pero los libertos hicieron lo imposible por impedirlo. Aquí vuelve a parecer Vitelio, que se ocupó de distraer y encabronar aún más a Claudio. Después de andar de un sitio a otro de la ciudad sin haber podido verse con el emperador acabó recluida en los jardines de Asiático, con la promesa de la vestal de que Claudio la recibiría antes de condenarla. Mesalina debía confiar en su capacidad de persuadir a Claudio y salir airosa de la situación, y a punto estuvo de conseguirlo. Tras la comida, ya con bastantes copas encima, empezó a preguntar por ella y a dar muestras de compasión. Narciso movió ficha inmediatamente, antes de que el perdón pudiese llegar, y se fue a buscarla con un cuerpo de guardia. Parece ser que no se atrevió a suicidarse, lo que Tácito usa como una muestra más de deshonor, por lo que fue ejecutada por el oficial que acompañaba a Narciso. La vida de Mesalina terminó justo en los jardines por los que incriminó e hizo ejecutar a Asiático.
Tras la muerte de Mesalina la unidad de los libertos se quebró. Puede que la última decisión que tomaron en común fuese que Claudio debía volver a casarse, pero cada uno apostó por una pretendiente distinta. La partida la ganó Palante, que apostó firmemente por Agripina. La operación Agripina inició la caída de Narciso que, casualmente, fue a morir frente a la tumba de Mesalina. Pero fue especialmente ruinosa para los hijos de Mesalina. Británico fue asesinado al poco de morir Claudio. Octavia, a la que su padre casó con Nerón, acabó su vida trágicamente cuando a su marido se le cruzó en el camino Popea. Era la hija de la Popea Sabina a la que Mesalina condujo al suicidio cuando el asunto de los jardines de Asiático, como si aquella injusticia hubiese acarreado una maldición contra su autora y toda su descendencia.
Paso a la moneda. El busto me recuerda mucho a Tiberio, diría que es su nariz, comparada con los bustos de los ases imperiales. El reverso es una típica alegoría de la fecundidad y continuidad de la dinastía, en este caso con un heredero varón, aunque nunca llegase a heredar.
Claudio, Tetradracma de vellón, Alejandría, 42 – 43 dC.
Anv: TI KΛAYΔI KAIΣ ΣEBA ΓEΡMANI AYTOKΡ - LΓ. Busto laureado a derecha.
Rev: MEΣΣAΛINA KAIΣ ΣEBAΣ. Mesalina en pie, apoyada en columna, sosteniendo a Británico y Octavia en su mano.
RPC 5131
Peso: 10g.
Diámetro: 25mm.