Hoy traigo otro Nerón cargado de historia sobre poder abusivo y conspiración, y es que este emperador da mucho juego con estas y otras cosas. Aunque ya hubo una emisión en el 64, Esta moneda se incluye entre los motivos que se acuñaron tras el fracaso de la conjura contra Nerón en el 65, encabezada por Cayo Pisón. Todas ellas tratan de transmitir el mensaje de que el emperador se encuentra bien protegido. Algo así como un aviso para navegantes que puedan estar pensando intentar otra conjura. Las otras dos monedas que se incluyen en este grupo son los motivos con reversos Iupiter Custos y Salus, cuyo templo consagró Nerón inmediatamente después de desmantelar la conjura. Lo que sigue a continuación es también aplicable a estas. Si alguien tiene una copia de alguno de estos estaría bien añadirla.
Tácito sitúa los antecedentes de la conjura en el año 62, después de los asesinatos Agripina y Octavia y de los libertos de Claudio. Menciona vagamente una acusación contra Séneca en la que Pisón se ve implicado, pero que no llegó a ninguna parte. Según esto, Pisón empezaría a temer a Nerón y de ahí su participación en la conjura posterior. Pero por ese tiempo nada hacía sospechar que ningún ciudadano, fuera de la familia imperial, corriese peligro y Nerón siempre había evitado aplicar la pena máxima en favor del destierro en los procesos de crímenes contra el estado. El emperador era un tipo de moral dudosa, dado a los vicios y toda clase de excesos, un parricida y aficionado a actividades de baja condición como cantar o conducir carros, pero no era todavía una amenaza directa a las vidas de las clases más acomodadas.
La cosa cambió ese mismo año al morir Burro, el prefecto del pretorio heredado de Claudio, según Suetonio y Dión Casio envenenado por Nerón. Con la sustitución de Burro entra en escena un oscuro personaje que sería decisivo en el devenir del reinado posterior de Nerón, ya que se le achaca haber sido la influencia definitiva en muchos de sus crímenes. Se trata de Cayo Ofonio Tigelino, que toma el mando de la guardia pretoriana junto con Fenio Rufo, un hombre de carácter totalmente opuesto al primero y supuesto amante de la ya difunta Agripina. La primera vez que se lleva a juicio un supuesto crimen de lesa majestad en todo el principado de Nerón, poco antes de la muerte de Burro, tuvo como denunciante y acusador a un nuevo senador que había accedido a la dignidad gracias a la mediación de Tigelino. Con eso está dicho todo. El acusado salvó la vida gracias a la intervención de Trasea Peto, que llegó a decir que la pena capital correspondía a otros tiempos. Unos años más tarde el mismo Trasea Peto se daría cuenta de lo equivocado que estaba.
A ese juicio siguieron otros, con el mismo resultado de exilio y destierro, hasta que Tigelino, que se convirtió en el asesor de mayor confianza de Nerón, sugirió comenzar a eliminar enemigos relegados a provincias, empezando por Plauto y Sila, en Asia y en Galia, a quienes Nerón consideraba como posibles rivales. Este tipo de procesos y crímenes, más o menos descarados, se repitieron en el 63 y 64, aunque no se sabe cuántos fueron. Tácito habla de una serie, sin especificar, que terminan con el proceso contra Torcuato Silano, poco antes del incendio. La acusación, conspirar contra en príncipe, el crimen real, siempre según Tácito, el parentesco de Torcuato con Augusto, lo que lo posicionaba como posible sucesor, y su empeño en deshacerse de sus riquezas para, según se dijo, no aparecer sospechoso a los ojos de Nerón. Hasta aquí, si uno no se metía abiertamente con el príncipe ni suponía una amenaza para su poder, podía vivir relativamente tranquilo, aunque los más ricos siempre estuvieron sujetos al capricho de Nerón y al riesgo de las intrigas de Tigelino. Los senadores estaban escandalizados, pero el imperio se mantenía, y además en paz, tras la victoria de Corbulón en Armenia y el cierre de la puerta de del templo de Jano, que comenté el mes pasado aquí
https://www.imperio-numismatico.com/t139179-as-de-neron-pace-p-r-vbiq-parta-ianvm-clvsit-s-c-templo-de-jano-roma.
El año 64, además del incendio, terminó llenó de malos presagios. Hubo más rayos de lo habitual, nacieron niños y animales con malformaciones y apareció un cometa. Para muchos se anunciaba el final del imperio y la culpa era de la conducta criminal y pervertida de Nerón, que por otra parte había perdido el respeto de la opinión pública rebajándose a participar públicamente en carreras de carros y actuaciones musicales. El descontento empezó a calar en todos los estratos sociales. Suetonio culpa al cometa de los crímenes posteriores de Nerón, y cita la conjura de Pisón como una excusa, sin prestarle mucha atención. Dión pone a la cabeza de la conjura a Séneca. No se puede descartar que pueda haber sido uno de los instigadores intelectuales. Pero la cabeza visible llamada a ser el nuevo emperador fue Cayo Calpurnio Pisón. Era el único con el suficiente pedigrí familiar como para postularse como sucesor de Nerón y ya había estado en el punto de mira en la acusación contra Séneca del año 62. En la conjura participaron ciudadanos de todos los estamentos, desde la clase senatorial, con Escevino y Quinciano como personajes más destacados, hasta pretorianos y libertos, implicándose de lleno el mismo prefecto Rufo. Plinio el Viejo menciona, en una obra perdida, que Antonia, la hija de Claudio, también estaba implicada para ganar el apoyo del pueblo, pero Tácito lo pone en duda, a pesar de que ella fue después víctima de la represión.
Les costó poco ponerse de acuerdo, pero el paso a la acción se fue retrasando más de lo debido. Y así, una mujer de dudosa reputación llamada Epicaris, que no se sabe muy bien cómo se mezcló con los conjurados, perdió la paciencia e intentó implicar también al comandante de la flota de Miseno, Próculo, que había participado en el asesinato de Agripina y no se consideraba suficientemente bien pagado. Próculo, pensando en una posible recompensa denunció a Epicaris, pero como esta no le dio ningún nombre no pudo demostrar nada ni aportar ningún testigo. Destaca Tácito que Epicaris murió torturada después de la conjura sin decir un solo nombre, al contrario que muchos otros ciudadanos a los que se les suponía mucho más honor y valor. Los conjurados subestimaron el aguante de Epicaris y temieron ser descubiertos, con lo que apresuraron sus planes. Se pensó inicialmente asesinar a Nerón en uno de los banquetes que Pisón solía celebrar en su villa de Baiae, pero este se negó pues suponía un sacrilegio y una deshonra para la casa Calpurnia. Se decidieron por el circo, con la ayuda de los centuriones de la guardia y Escevino fue el encargado de dar el golpe fatal. Decidió dar ese golpe con una daga, reliquia de la familia, que había estado depositada en el templo de Salus y se suponía destinada a altas empresas. Pidió a su liberto Milico que se la afilara. Milico, como buen liberto, estaba al tanto de todo lo que se cocía en la casa, y sabía bastante de los preparativos de la conjura. Al ver que la cosa iba en serio le faltó tiempo para ir corriendo con el cuento y la daga a palacio vendiendo a su patrón. Tras cotejar la versión de Escevino con la de otro de los conjurados las coartadas se vinieron abajo y los nombres de los implicados salieron en cascada. Rufo consiguió permanecer libre de sospecha al principio e incluso participó en los interrogatorios con dureza, hasta que fue delatado por el mismo Escevino mientras era torturado. Lo mataron allí mismo, quedando Tigelino como prefecto único del pretorio.
La represión que siguió a continuación superó con creces cualquier caso similar en toda la dinastía dejando a Tiberio y Calígula como aficionados. Nerón, Popea y Tigelino formaron un tribunal sumarísimo que se dedicó a exterminar todo lo que sonase a sospechoso. Se ejecutó a gente solo por haber saludado o comido con los conjurados. Séneca es obligado suicidarse y Pisón lo hace antes de que vayan a buscarlo. Muchos hombres notables fueron asesinados sin juicio, en sus casas o en las calles, a manos de patrullas armadas al efecto. Sus bienes fueron confiscados y sus familias desterradas o asesinadas. Algunos fueron incluidos en las listas de ejecutados por motivos personales, como Petronio, con pruebas falsas y sin que hubiesen tenido relación alguna con los conjurados. Cuando se consideró que la conjura estaba totalmente sofocada Nerón aumentó la paga del ejército y, como si de una campaña militar se tratase, concedió honores triunfales especiales a Tigelino, y a un tal Coceyo Nerva, que era pretor en aquel momento, haciendo colocar sus bustos en palacio. Tácito no cuenta nada del motivo por el que se premia a Nerva, ni de su papel en la represión de la conjura, pero sí subraya que fue altamente reconocido. Acto seguido consagró el templo de la Salus, donde había estado la daga de Escevino y esta al Júpiter Vengador en el Capitolio.
A partir de este incidente Nerón y Tigelino actuaron impunemente, lo que antes habían sido crímenes ocultos con más o menos acierto, pasaron a ser suicidios forzados o asesinatos a plena luz del día y con publicidad. Uno tras otro, ciudadanos notables y ricos del imperio fueron cayendo hasta que Tigelino, que se había convertido en el principal consejero y soporte de Nerón tras la muerte de Popea, le dio la espalda alineándose con Galba. Salvó su vida, aunque privado de cargos públicos, hasta que Otón, un antiguo compañero de juergas con Nerón, decidió ceder a la presión popular y entregar su cabeza. No tardaré en volver a escribir sobre este personaje.
Esta es la moneda que me llevó a esta historia. Espero que os guste.
Nerón, AE Dupondio, Lugdunum, 66 dC.
Anv: IMP NERO CAESAR AVG P MAX TR POT P P, Busto laureado a derecha.
Rev: SECVRITAS AVGVSTI S C, Securitas sentada a derecha sosteniendo cetro, con antorcha inclinada sobre altar en el fondo.
RIC I 518
Diámetro: 28mm.
Peso: 12,1g.