Pues sí, habría que reclamar, pero ¿a quién?
Mi familia tenía una colección de monedas de oro y plata (nunca me dijeron ni cuántas ni cuales).
Cuando las cosas se empezaron a poner jodidas, no se les ocurrió nada más que llevarlas al banco porque suponían que allí estarían seguras. Cuando al cabo de tres años de guerra (mi pueblo fue zona republicana hasta el 1 de abril de 1939) llegó la paz "y las banderas victoriosas" abrieron las puertas de la entidad financiera sólo las arañas les dieron la bienvenida (eso sí, al tener 8 patas pudieron alzar 4 al menos cada una de ellas).
De las monedas nunca más se supo.
Bueno, según alguno, mi familia se resarció sin necesidad de acudir a la justicia durante los años del franquismo ... pues va a ser que no (además, no sé de donde puede salir tamaña afirmación).
Ni hubo resarcimiento del bando vencedor, ni de la República en el exilio, ni de Rusia ni de nadie, por supuesto.
Las monedas volaron (como muchas otras) y mi familia quedóse a dos velas.
Pero queda muy bien eso de que las víctimas fueron los derrotados y a ellos hay que resarcir. A los que sufrieron 3 años el terror en retaguardia y fueron antes, entonces y después cabezas de turco de todos los poderosos - monárquicos, republicanos y franquistas - a esos no, "que si sobrevivieron es porque seguramente fueran fascistas y luego tuvieron 40 años para aprovecharse".
¡Que solemne tontería y qué poco rigor ni conocimiento de lo que en realidad pasó a la mayoría del pueblo que ni pinchaba ni cortaba!
Mi familia sobrevivió a la guerra, alguno hubo de saltar más de una noche las tapias de los patios de vecinos huyendo de algunos milicianos deseosos de ¿hacer justicia? en el paredón a las afueras del pueblo, otros fueron amenazados de muerte, perdieron los ahorros (gracias a la fortuna, conservaron la vida)... en fin, y las monedas, pues igual llegaron a Odessa para pagar el armamento que Rusia facilitó a la República, o a Méjico a bordo del Vita para que algunos - no todos los exiliados - vivieran como reyes, o cayeron en el bolsillo de quien con un mosquetón en las manos y un pañuelo (rojo, azul, o de cualquier color) se creyó el amo del mundo durante los cinco minutos esos que cada uno tiene de gloria en su vida.
A saber.