En 1643, la famosa Batalla de Rocroi, inmortalizada en la memoria de España como el "Ocaso del Imperio", puso fin, supuestamente, a la predominancia militar que España había ostentado en Europa desde Ceriñola, forzando al rey Felipe IV a ratificar el Tratado de Westfalia en 1648, otro de los considerados puntos de inflexión en la historia del poderío español. Curiosamente, apenas un año después de la Batalla de Rocroi, la dinastía Ming perdía el control de Pekín, que fue conquistada por una confederación de tribus Manchúes y Mongolas en 1644. Los Manchúes borrarían todo rastro de la anterior dinastía y crearía su propia dinastía, la dinastía Qing.
¿Puede ser una coincidencia que en la misma década, casi en el mismo año, el imperio español y la China Ming entrasen en una profunda crisis? Hoy día, la respuesta parece negativa: los extremos opuestos de la Tierra, el imperio español y el de China, estaban estrechamente ligados, aunque de una forma un tanto indirecta. Este vínculo económico supuso que acontecimientos que tenían lugar en ambos extremos influenciaran a su opuesto, creando una situación de equilibrio.
«Fiat justitia et pereat mundus»