¿El Archivo todavía guarda sorpresas?
Siempre, porque está todo visto pero no todo bien entendido o bien leído. Usted puede leer un documento que no le diga nada pero a otro investigador sí, y hay que tener conocimientos previos. Es decir, se aprende en el Archivo, pero al Archivo también hay que venir aprendido. El Archivo sigue siendo una caja de sorpresas, y se seguirán encontrando documentos que nadie había visto o interpretado.
Por cierto, ¿alguien se ha leído todos los documentos?
Pues no, pero es que en una vida es técnicamente imposible, no da tiempo.
¿Cuántos investigadores pasan al año por el Archivo?
Ahora mismo es absolutamente imposible saberlo, porque a raíz de la creación del programa informático hay consultas que se hacen presenciales en la sala y otras en internet. El año pasado se consultaron en la sala 17.000 legajos, pero en internet hubo dos millones de consultas que son anónimas.
¿Cómo va el proceso de digitalización?
Está digitalizado entre el 13 y el 14%, pero hay un matiz: cuando se hizo el estudio de por dónde empezar a digitalizar se analizó cuál era la documentación más consultada, porque no todo el Archivo tiene el mismo nivel de consulta. Aquí hay una sección que se llama Tribunal de Cuentas que en 25 años no lo ha consultado nadie, mientras que hay otros documentos que en tres años se han visto 200 veces. Así que se empezó la digitalización con los documentos más consultados, de tal manera que con el 13% digitalizado se atiende casi al 50% de los investigadores.
¿Pasarán décadas hasta completar la digitalización?
Tampoco crea que es algo en lo que el objetivo sea la prisa, se ha comprobado que hoy día es peligroso invertir mucho teniendo en cuenta los cambios tecnológicos. En los noventa, cuando se inició, se empezó con discos ópticos y hoy eso no sirve absolutamente para nada. La digitalización tiene además dos vías, una es la propia por objetivos nuestros y otra es la que se hace a petición de los investigadores, cuando encargan digitalizar un legajo ya queda también para el Archivo. Hoy día podemos tardar dos o tres meses en servir un pedido.
«Fiat justitia et pereat mundus»