El rey de Castilla Enrique III sucedió a su padre Juan I a la edad de 11 años. Por ser tan niño se formó un consejo de regencia y gobernó en su nombre hasta que cumplió los 14 años de edad. Ello hizo que muchos nobles abusasen de su poder y, aprovechando las circunstancias y la mala salud del rey, gobernasen más que el mismo monarca.
Se dice que cierto día el rey Enrique III se vio obligado a empeñar su gabán para poder comprar un poco de carne porque los tenderos se habían cansado de fiarle. La cosa no es de extrañar porque también se dice que cuando el monarca salía a cazar guardaba las codornices que cazaba para que uno de sus fieles criados las vendiese en el mercado. Así pues, el día en que el rey empeñó su gabán el criado que se había encargado de hacerlo se encontró en la calle con uno de los pajes del gobernador de Toledo, el cual le explicó los preparativos que se hacían para una gran cena que se había de celebrar aquella noche en el palacio de su amo en el que se reunirían la mayoría de los señores del reino.
Cuando el servidor de Enrique se encontró frente al monarca le explicó lo que su amigo le había contado, y el rey manifestó sus deseos de contemplar el banquete. Para ello se disfrazó el rey y en compañia de su criado y, con la complicidad del paje del gobernador de Toledo, penetró en la sala contigua a aquella en a que se celebraba la cena. Gracias a ello pudo ver el gran festín con que se regalaban los nobles, mientras él pasaba hambre, pero lo peor fue oír las burlas y el escarnio con que en su conversación le trataban, e, indignado, pensó en darles un escarmiento.
Hizo correr la voz de que se encontraba enfermo y quería hacer testamento, y con ese pretexto reunió en palacio a todos los nobles que habían participado el día anterior en la cena. La sorpresa de éstos al ver que no se les hacía pasar a la alcoba real, si no a un salón rodeado de los guardias personales del rey, y más sorprendidos quedaron cuando vieron que éste aparecía sano, revestido de su armadura y con la espada desnuda en la mano. Sin saludarles siquiera se sentó en el trono y preguntó al primero de los nobles que allí se encontraban:
-¿Cuántos reyes de Castilla has conocido?
-Tres, señor.
-¿Y tú? ¿cuántos reyes de Castilla has conocido?
-dos, señor.
-¿Ytú?
-Cinco, señor.
ëste fue el que había conocido más reyes, pero todos los demás habían conocido a dos o tres o cuatro.
-Pues yo, con todo y ser el más joven de todos, he conocido cerca de veinte reyes: el rey governador de Toledo, el rey arzobispo de Burgos, el rey marqués de Vilena...
Y así continuó enumerando a todos los nobles que allí se encontraban.
- Y por Diós y el apóstol Santiago, ya es tiempo de que haya un sólo rey en Castilla.
Y descorriendo la cortina apareció el verdugo apoyado en un hacha. Temblaron todos y de rodillas pidieron misericordia al rey. Temerosos y cobardes los que antes eran orgullosos y altaneros pedían con insistencia misericordia.
- Ayer tuve que empeñar mi gabán para pooder comer, mientras vosotros celebrabais un gran festín. Aunque merecéis la muerte, por esta vez os perdono, pero no saldréis de aquí hasta que no devolváis parte de vuestros bienes a la Corona.
Los nobles estuvieron presos hasta que se cumplió la voluntad real. ¡Lástima que el rey muriese a los veintisiete años de edad!
Saludos
(Extraído del libro "Historias de la historia" de Carlos Fisas)